lunes, 16 de octubre de 2017

LA IGLESIA MILITANTE Y TRIUNFANTE EN EL CORO DE SAN ESTEBAN DE SALAMANCA

Para Inma, mi compañera de aventuras. 
Para Bárbara y Alejandra, mis grandes amigas salmantinas. 
Y para Pablo Alcázar, fiel admirador de Antonio Palomino.


La presente entrada de este blog no busca una interpretación más o menos afortunada sobre una gran pintura del maestro cordobés Acisclo Antonio Palomino de Castro y Velasco (1655-1726), prolífico autor y sobre todo tratadista de gran erudición que nos dejó su obra teórica "Museo Pictórico y Escala Óptica" (1715-1724) dividido en tres tomos que engloban La teórica de la pintura, La práctica de la pintura y El parnaso español pintoresco laureado. 

En el segundo tomo: La práctica de la pintura, Palomino en su Libro Nono analiza todas y cada una de las grandes composiciones que realizó en diversos edificios a lo largo de su vida artística. Así, las decoraciones de la Cartuja de Granada, El Paular, los Santos Juanes o la Basílica de los Desamparados, están perfectamente analizadas en su iconografía y en su sentido teológico e iconológico.

De hecho, es un gran placer acudir a cualquiera de estos templos con el texto original de Palomino y comprobar la veracidad y certeza de cada una de las partes allí reflejadas.

Por eso, en esta entrada, no vamos a especular sobre la significación de una de sus pinturas más relevantes: El Triunfo de la Iglesia del Convento de San Esteban de Salamanca, convento de la orden dominica o de los predicadores, porque será él mismo quien nos desvele su sentido.


La iglesia se comenzó a edificar el día 30 de junio de 1524 bajo las trazas de Juan de Álava, siendo su fachada una de las obras más importantes del renacimiento español, especialmente, en su abigarrada decoración de tondos, cartelas, grutescos, santos y personajes principales que se apiñan bajo un gran arco de medio punto que sirve de dosel o arcosolio a toda la composición. Este gran muro ciego que da portada al templo es el que cierra por el interior el coro alto en el que se desarrolla el gran medio punto de Palomino que nos ocupa.



Palomino pintó en 1705 esta gran composición y posteriormente, según era su costumbre, añadió su descripción a la obra teórica de la que hemos hablado más arriba. Así, pasamos a continuación a recuperar sus propias palabras para comprender la rica composición y el desarrollo del concepto con que fue confeccionada toda la pintura. Nos hemos permitido la licencia de actualizaar la ortografía y modernizar en algún momento la puntuación buscando la claridad de las ideas para seguirlas sobre la pintura.
Primero habla de porque elige el tema iconográfico del Triunfo de la Iglesia ajustándolo al espacio físico del templo donde se desarrolla:


Dice: Siendo el instituto de este sagrado sitio cantar (se refiere al coro) alabanzas a el Creador en esta Militante Iglesia, en representación de las que perennemente cantan en la Triunfante los celestiales coros de los bienaventurados espíritus, pareció muy a propósito pintar en dicho sitio la Iglesia Militante, y la Triunfante: significando aquella la congregación, y unión de todos los fieles, que militan debajo de la bandera de Jesucristo; y esta el premio que está preparado para los que legítimamente pelean...

Continúa Palomino en su texto desentrañando el porqué de cada uno de los elementos que constituyen el gran medio punto del coro empezando por la representación de la Iglesia Militante: ...y para cuya expresión se puso en la parte inferior de este sitio la Iglesia Militante sobre una hermosa carroza, con alusión a aquella misteriosa cuádriga de Zacarías; y está representada la Iglesia con una hermosa matrona, como esposa de Jesucristo, vestida de pontifical, con la tiara en la cabeza, y sobre ella el Espíritu Santo... Tiene en la mano el libro misterioso de los sellos; y sobre este libro está la custodia con el Sacramento de la Eucaristía, por estar representados en los siete Sellos los Misterios y Sacramentos de la Iglesia, y ser este el mayor, y el que por antonomasia se llama el Sacramento. En la otra mano tiene el estandarte de nuestra redención, que es la cruz... emanando de su costado los siete Sacramentos, que con los evangelios, y demás misterios, componen, y hermosean misticamente la iglesia católica, esposa dilectísima suya; y junto la cruz tiene un libro abierto, donde se leen estas palabras "Liber Generationis Iesu Christi", por ser con las que comienza el nuevo Testamento; y está sentada sobre una piedra cuadrada, como la ciudad santa de Jerusalen. A un lado, en la parte superior, está la Verdad, con un sol en la mano, de cuyos rayos, y del Espíritu Santo, se ilumina. Y a el otro lado está el Doctor Angélico con la pluma en la mano, y un libro en la otra, mirándola con semblante grato, para enriquecerla, y adornarla con las preciosas joyas de su sabiduría, guarneciéndola con los incontrastables baluartes de su doctrina, y defendiéndola de sus enemigos con los fulminantes cañones de sus plumas.


Curiosamente, Palomino, hará una descripción sobre algunas de las figuras alegóricas al final del capítulo que aquí vamos a traer al espacio que estemos viendo. La primera sería la figura de la Verdad, de la que dice lo siguiente:


Está representada en una hermosa doncella, aunque desnuda, honestada con algún velo; en la mano derecha tiene un sol, y con la otra un libro abierto, y una palma, y a los pies un globo terrestre.
Represéntase desnuda, por denotar la sencillez y pureza de la verdad, sin artificio, ni ficción alguna; por lo cual dice Séneca que la verdad es una simple oración.
Tiene el sol en la mano, así porque la verdad ama la luz, y la claridad; como porque mira a Dios, que es el verdadero sol, y es la misma verdad, como dijo Christo Señor Nuestro.

El libro abierto demuestra las ciencias donde se estudia y acrisola la verdad, y la palma significa su fortaleza; porque sí como la palma no cede al peso, antes se opone a él, así la verdad no cede a su contrario; pues aunque muchos la impugne, siempre resplandece, y queda triunfante, como se ve en tantos invencibles mártires, que por defensa de la verdad evangélica han derramado su sangre, adornando con repetidas palmas, y laureolas la Militantes Iglesia.
Tiene a sus pies el globo terrestre, así poque desprecia las cosas terrenas y caducas, por aspirar a las celestes y eternas, como por haber nacido de la tierra, según el Profeta Rey.

Palomino pasa a analizar a continuación las virtudes morales que se alzan en la parte delantera de la carroza y hace referencia a los curiosos animales que son atropellados por las ruedas, dejando su simbolismo para más adelante. Las virtudes que en esta parte se desarrollan son la Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, como raíz de las integrales, por cuyo medio destruye, y avasalla a los vicios, que en la parte inferior del carro van atropellados de sus ruedas, figurados en animales, que los simboliza como se verá más adelante. 

Curiosamente, Palomino, no explica los atributos de las virtudes en este punto porque las lleva hacia el final como con la Verdad. Nosotros si nos detendremos en ellas siguiendo las propias palabras del pintor:



LA PRUDENCIA se representa en una matrona con dos rostros, de los cuales el posterior es de anciano; se está mirando a un espejo, y tiene una sierpe rodeada a un brazo.
La Prudencia es una virtud, que según san Agustín ordena lo presente, acuerda lo pasado y previene lo futuro. Por eso se le pone en la parte posterior de la cabeza el rostro de anciano, con que mira lo pasado; y en la anterior el otro, con que ordena lo presente, y previene lo futuro, regulando sus acciones con el espejo.
La sierpe es símbolo de la Prudencia, porque cuando recela algún riesgo, resguarda la cabeza, cercándola con repetidas vueltas, y lazos de su cuerpo, para defender la virtud vital y animal que principalmente en ella reside. Y así nos enseña, que por resguardar la virtud, hemos de exponer a los golpes de la fortuna cualesquiera otras cosas, por muy estimadas que sean, que esta es la verdadera Prudencia; por lo cual dijo Cristo Señor Nuestro, que seamos prudentes como las serpientes. 

LA JUSTICIA está vestida de blanco, en la mano derecha tiene los fasces consulares, junto con la segur, y en la siniestra una flama y junto a sí la espada y el peso: se viste de blanco, porque el Juez debe ser limpio, sin mancha de soborno, ni de propio interés, o pasíón que pueda torcer la rectitud de la justicia: lo cual demuestra también la flama que siempre se encamina a lo alto, sin que baste diligencia alguna para torcer su natural impulso, y si la justicia ha de estar siempre recta, sin torcerse por respetos humanos ni fines siniestros, mirando siempre a Dios que es la verdadera Justicia.
Los Fasces consulares eran entre los romanos la insignia de los magistrados, que llevaban los lictores y el peso y la espada es para pesar y medir el castigo según el mérito de la causa.

 
LA FORTALEZA es una mujer armada, vestida de color leonado, con el brazo izquierdo abraza una columna y en la mano derecha tiene una lanza.
Ponese armada, para demostrar que ha de estar apercibida para resistir los embates de la fortuna con ánimo constante, lo cual demuestra también el color leonado, porque el león entre los egipcios era símbolo de la fortaleza.
Abraza la columna así, porque esta es la más fuerte de las partes del edificio, como por ser la que sostiene el peso de las demás, y ser para eso instituida.
La lanza demuestra, que no solo consiste la fortaleza en resistir, sino en acometer, y humillar la soberbia y arrogancia de los que injustamente la asaltan, según aquel axioma moral: Vim vi repellere licet (es lícito repeler la violencia con la violencia del Digesto de Justiniano).

LA TEMPLANZA se representa en una mujer con un cíngulo en la mano, según aquel texto: Sint lumbi vestri praecinti; y en la otra un freno (de caballos), para denotar que la Templanza ha de corregir y enfrenar los desórdenes de nuestros apetitos y pasiones.
 

Palomino sigue describiendo su obra y llega a la parte derecha de la composición del siguiente modo: Va llevado este carro de aquellos cuatro misteriosos caballos, de color vario, de la referida cuadriga, que es sentir de sagrados expositores, se entiende de los blancos, y negros, lo cual simboliza la sagrada religión de predicadores (dominicos, propietarios del templo), como lo aplica en el oficio de San Vicente Ferrer: significando también los cuatro Evangelistas sagrados, como partes tan integrales de esta mística esposa. Y hacia la proa del carro se miran las Virtudes Teologales más adelantadas, como que se encaminan directamente a Dios; y especialmente la Caridad, que es la que permanece en la patria, y la que guía, y dirige esta cuadriga, por ser la que encamina todas nuestras buenas obras al último y verdadero fin. Delante de estas se mira la Devoción, excitándolas a la del rosario, y la Esperanza está asida del que tiene en la mano el glorioso patriarca santo Domingo, señalando a la Virgen, de quien recibió este singular favor, animándolas para que por medio de la devoción del sagrado rosario aspiren los fieles de la Iglesia Militante, a lograr la suma felicidad de la bienaventuranza en la Jerusalen triunfante.

 
Termina este párrafo Palomino con una vuelta a la popa del carro haciendo la descripción de un puti con emblemática: Junto a la Iglesia está un chicuelo con una tarjeta, en cuyo campo se mira una granada, y un campana, geroglífico de la Iglesia (Punicum malum tintinabulo adiectum), y estará coronada la tarjeta con las llaves y tiara pontificia.




De igual modo que con las Virtudes Cardinales, Palomino hace una extensión del texto para las Teologales y la Devoción que a continuación reproducimos:

LA FE se representa en una hermosa doncella vestida de blanco, vendados los ojos, y con el caliz en la mano derecha, un libro en la izquierda, y en acto de moverse con diligencia. 
Demuéstrase actuosa, y diligente, por denotar cuan necesario es el obrar junto con el creer. Pues como dice el apostol Santiago, la Fe sin las obras está muerta y con ellas se vivifica y perfecciona.
El caliz se le puso por representación del Sacramento eucarístico, el cual es misterio de Fe, y por lo mismo tiene los ojos vendados, porque la Fe solo ha de creer, no ver, ni examinar, que eso no sería Fe, sino evidencia. Y el Libro cerrado demuestra la escritura sagrada, donde se encierran los misterios de la fe católica.  

LA ESPERANZA es una hermosa doncella vestida de verde, coronada de flores de almendro, la mano derecha sobre el corazón, los ojos levantados al cielo, y en la mano sisniestra una áncora.
El vestido verde denota el verdor de las yerbas, que dan esperanza de las mieses, así como la flor del almendro anuncia también los frutos con más anticipación que otra.
El áncora se le pone por ser instrumento de seguridad para obviar los accidentes que pueden perturbar la esperanza en la dilación del bien que se desea; por eso pone los ojos en el cielo, porque aquél es el sumo bien a que aspira, con los afectos de su corazón, significados por la mano en el pecho.



LA CARIDAD es una mujer vestida de rojo, que en la mano derecha, tiene un corazón ardiendo, y con la siniestra abraza a un chicuelo, y en la cabeza tiene una flama.
La Caridad es un hábito de la voluntad infusa de Dios, que nos inclina a amarle, como a nuestro último fin, por si mismo, y al próximo por Dios, como a nosostros mismos. Y así el corazón ardiendo y la flama sobre la cabeza, demuestran el amor en Dios, y el abrazar al chicuelo el amor del prójimo, dirigido también a Dios, según lo que dijo Cristo Señor nuestro.
El color rojo del vestido, por la semejanza con el color de la sangre, denota, que hasta la efusión de la sangre, y sacrificio de la vida, se ha de extender la verdadera caridad, según dijo el Apóstol.

LA DEVOCIÓN  es una hermosa doncella modestamente vestida, hincada de rodillas, con una flama sobre la cabeza, y un rosario en la mano.
Es la Devoción, según el Doctor Angélico (Santo Tomás de Aquino), una voluntad pronta, y dispuesta para obrar lo que sea del servicio de Dios. Por eso tiene la flama sobre la cabeza, porque todos sus pensamientos se dirigen a Dios, como la llama, que siempre se dirige a lo alto, y se pone de rodillas, por ser esta la postura más apta para los ejercicios de devoción, y asimismo con el rosario en la mano, por ser este en lo exterior el medio más significativo de la devoción.
       


Volviendo al extermo derecho de la composición concluye el autor que: Delante de este carro se miran atropelladas de los caballos tres figuras, que representan la ignorancia, el error, y la Herejía, que rabiosa se morderá las manos, viendo su ruina rasgados sus papeles, y los falsos dogmas de sus libros.

La descripción de estas tres alegorías es la siguiente: 

LA IGNORANCIA es una mujer con rostro diforme y carnoso, coronada de adormideras, caminando descalza en campo lleno de abrojos y espinas, vestida susntuosamente de oro y piedras preciosas, cuya moralidad se deja entender bastante. 
EL ERROR es un hombre tosco en hábito de caminante o peregrino, vendados los ojos, tentando con un bordón pra hallar el camino, Los ojos vendados demuestran ceguedad del entendimiento así como el bastón demuestra el sentido, con cuya guía, sin la dirección del discurso, es preciso caer en muchos errores. 
LA HEREJÍA es una vieja seca y flaca, de espantoso aspecto, los cabellos de áspides enroscados, demostrando sus pensamientos nocivos, el pecho descubierto, las tetas pendientes, secas y arrugadas, incapaces de dar nutrimento saludable: tendrá en la mano siniestra un libro medio abierto, de donde se ven salir áspides; y con la mano derecha estará en acto de arrojar algunos, solicitando introducir sus infernales sectas. 
Y se advierte, que aunque en algunas de las sobredichas figuras morales, por causa de la composición del historiado, y de algunso actos que ejercitan, no se vean todos sus símbolos o insignias, teniendo algunas, se supone tener las demás que por la dicha razón se ocultan.

Para que la descripción de toda la parte baja de la composición del gran medio punto pictórico quede completa solamente resta contemplar los animales que bajo la Iglesia Militante se encuentran arroyados por el carro. Palomino los caracteriza de la siguiente manera: 
LOS SIETE ANIMALES que simbolizan los vicios. 
Para la Soberbia, el pavo, para la Avaricia el lobo, para la Lujuria la cabra, para la Ira el oso, para la Gula el avestruz, para la Envidia el perro, y para la Pereza la tortuga.

Palomino aclara en una nota al margen que estas atribuciones vienen dadas de la Historia Natural de Plinio y de Piero Valeriano. En una próxima entrada de este blog entraremos en detalle de algunas simbologías de animales y plantas que, siendo muy importantes en ciertas composiciones, no siempre son tenidas en cuenta. 

 
En el párrafo V de la explicación que estamos siguiendo un poco alterada en el orden para no perdernos en el interior de la propia obra pictórica, Palomino afronta toda la parte alta de la composición, pues si bien toda la inferior está dedicada a la Iglesia Militante, la superior, la que toca a las esferas celestes es la representación de la Iglesia Triunfante gracias a las fuerzas básicas anteriormente descritas. La narración sigue del siguiente modo:



Síguese a esta delineación de la Iglesia Militante la descripción de la Triunfante, donde los justos logran la corona de la bienaventuranza, que es el premio que se granjearon en esta vida por sus buenas obras, con los méritos de Jesucristo, logrando la visión beatífica, y posesión del sumo bien por el entendimiento, elevado con el lumbre de la gloria, para tocar objeto tan imporporcionado y distante de sus fuerzas naturales; de cuya unión y posesión en esta innumerable multitud de bienaventurados, resulta la Jerusalen, o Iglesia Triunfante, que se describe en la parte superior de este sitio. Y respecto de que el objeto especificativo de esta felicidad suprema es el mismo Dios, se pondrá la Trinidad Santísima en lugar eminente, sobre un trono de nubes, asistido y sostenido de variedad de espíritus angélicos, y a la mano derecha estará María santísima intercediendo por los viadores de este mundo y por la exaltación de su Iglesia. Al otro lado san Juan Bautista, como privilegiado entre los nacidos. A María santísima sigue el coro de las vírgenes y a Cristo el de los apóstoles, al Bautista el de los mártires, donde ocupa lugar preeminente, y cercano al trono del Señor, el gloriosos protomartir san Esteban intercediendo por esta religiosa familia, como titular y tutelar suyo. Síguese el coro de los confesores, y entre estos, y los mártires, aquellos santos de esta sagrada religión, que han obtenido estos gloriosos timbres, y asímismo los naturales de esta ilustrísima ciudad y universidad celebérrima, lo restante acompaña variedad de ángeles en coros de música y en otros actos de reverencia y culto a su Creador, y otros con palmas y laureolas, para coronar a los que legítimamente han peleado y triunfado en la Militante Iglesia.



De este modo llegamos al final de la prolija descripción, pero Palomino pecó en la misma omitiendo en la descripción que dejó su firma en la obra pictórica. Y la dejó, claramente expuesta para memoria futura, en las ruedas del carro que porta a la Iglesia Militante, reza "Real Pictor" en la trasera y "Ant Palomino fecit" en la delantera. 

Dejemos claro pues que, desde este blog, hemos mirado detenidamente la increíble y enorme composición que el propio autor nos ha explicado.

 
  

domingo, 7 de agosto de 2016

GRUTESCOS DEFENSORES DE LA INMACULADA EN VISEU



GRUTESCOS DEFENSORES DE LA INMACULADA EN VISEU

A Coco Vida, mi biógrafa particular

En un reciente viaje a Oporto con unos amigos, tuve la oportunidad de conocer someramente la bella ciudad de Viseu en el centro-norte de Portugal. Es una ciudad de antiguo poblamiento castreño y que en su parte más alta exhibe una amplia explanada en la que se yerguen la Iglesia da Misericordia, el edificio que alberga el Museu Nacional Grao Vasco, antiguo seminario, bajo el que se han localizado los restos de un antiguo castro pre-romano y finalmente, la gran masa de la Sé de Viseu, imponente edificio fortificado que aprovecha los restos de un antiguo alcázar árabe y castillo palaciego de época románica.

 

En el interior de la Catedral se advierte inmediatamente la sucesión de estilos arquitectónicos y decorativos que se extienden desde algunos detalles románicos (capiteles y ménsulas) hasta el mismo siglo XXI (ordenamiento espacial del altar mayor), siendo el gótico el estilo predominante en la estructura arquitectónica, mientras que el estilo manuelino se deja ver en las originales nervaduras de las bóvedas en forma de sogas anudadas, tan ajustadas a la tradición marinera del país. El templo se estructura en tres naves, casi de la misma altura, con tres tramos y cabecera tripartita en la que lógicamente destaca la capilla mayor, pero no por su importancia sobre las laterales, sino por su profundidad y contraste decorativo con respecto al resto del templo.  Según Carlos Filipe Pereira Alves (La evolución arquitectónica y artística de la Catedral de Santa María de Viseu. Desde la Edad Media hasta la Contemporaneidad. Tesis Doctoral UAB) el inicio del proceso de transformación de la antigua capilla mayor se produce hacia 1657 por motivos litúrgicos, pero no será hasta 1679-1680 cuando se realicen las obras estructurales necesarias para prolongar la capilla y realizar la adaptación del nuevo coro, así como la instalación del retablo barroco, obras ambas de Gaspar Ferreira del primer tercio del siglo XVIII. Por tanto, nos encontramos ante una importante reforma arquitectónica conducente al acercamiento del coro al oficio litúrgico y una clara inclinación mariana en el retablo mayor, realizado tardíamente y que hasta el siglo XVIII estuvo presidido por un retablo renacentista con pinturas de Vasco Fernandes al que la bóveda enlucida y decorada con grutescos le acompañaría perfectamente.



Pero, lo que nos interesa en este momento, es la profunda bóveda de cañón que cubre todo el conjunto y que se encuentra cubierta de una entramada red de hojarasca y grutescos realizados en el siglo XVII, una fecha tardía para la habitual implantación del repertorio iconográfico profano de este universo fantasioso en España a tan pocos kilómetros como Ciudad Rodrigo, por ejemplo.
La bóveda, como hemos dicho, está cubierta de un amplio repertorio de grutescos engarzados en roleos de hojarasca sobre fondo blanco que en dibujo y cromatismo recuerdan un tanto a los marginalia de los libros corales del siglo XVI-XVII, haciendo del lienzo curvo de la bóveda un eje visual de gran importancia desde el transepto del templo. De hecho, en el centro del campo y en la clave del medio cañón, se encuentra un medallón ovalado en el que se luce la imagen de la Inmaculada Concepción.

Llegados a este punto detectamos que el medallón de la Inmaculada Concepción centra el conjunto y se encuentra rodeado de un amplio repertorio de follajes y seres híbridos entre cuyo aparente desorden simétrico se pueden destacar una serie de características estructurales. Por una parte, existen dos composiciones rectilíneas que se cruzan en el medallón central a modo de candelieri, donde se desarrollan una serie de figuras, con especial relevancia de dos pelícanos que se picotean el pecho a los pies y cabeza de la Inmaculada, símbolo sobradamente conocido del sacrificio del padre por sus hijos y, por tanto, resumen de la redención por medio de la sangre de Cristo. En los brazos menores la hojarasca nace de un curioso ser alado semifundido con la vegetación, que culmina en cuernos de la abundancia junto a las pellejinas del medallón virginal.

 

Pero lo más interesante lo tenemos en los cuarteles tangentes resultantes de este cruce de candelieris. Es ahí donde aparecen una serie de seres fantásticos, algunos rostros y pájaros oscuros que quizás reinen en el mundo de las sombras y, especialmente, dragones en diferentes actitudes amenazantes. De hecho hay uno que casi está a punto de capturar a unos personajes femeninos antropomorfos que huyen, mientras que otros, masculinos, se aprestan con armas y escudos a repeler la llegada de estos dragones e, incluso, en los bordes de la composición, hay escenas de acción en las que el dragón es golpeado con una maza. Estamos obviamente ante unas escenas de lucha entre el bien y el mal acrecentadas en este caso por el hecho de producirse en los alrededores de la presencia de la Inmaculada Concepción, resultando de ello una auténtica defensa del dogma y una clara alusión al dragón apocalíptico y la visión de San Juan sobre María.
Es muy curioso ver con tanta claridad un mensaje portado por los elementos iconográficos del grutesco. La simetría de la composición, exactitud de poses y decoración vegetal, nos llevan a un campo poco elevado conceptualmente de este lenguaje signográfico en el que se desenvuelven los morfemas del grutesco. Precisamente es su asimetría formal lo que confiere al grutesco la sensación de querer expresar algo en una frase y no caer en la búsqueda del horror vacui, pero aquí esta situación se ve alterada y sustituida por un clarísimo mensaje de los círculos defensivos que protegen el dogma de la Inmaculada. Es muy posible que el autor desconocido que nos brindó este ejemplo estuviera ya muy alejado del lenguaje simbólico del siglo XV y XVI, en donde se desarrolla este repertorio de imágenes, y que él aproveche este combate entre bien y mal, esta lucha entre dioses y gigantes, con un claro mensaje post-tridentino, sin llegar a tener un conocimiento más profundo vinculado a los Hieroglyphica y el neoplatonismo tendente a descubrir el significado de los grutescos y jeroglíficos egipcios. Aquí el artista nos relata una batalla ya iniciada, la persecución de las mujeres-flor y el despliegue de dos trincheras defensivas mediante los hombres-flor, mientras el ataque se genera por la representación medieval por excelencia, el dragón que ataca a la mujer. En este caso su objetivo es nada menos que la Inmaculada, lo que llevaría también a pensar en un hostigamiento de fe y defensa católica ante los impulsos reformistas anglicanos, siendo estos animales mitológicos la personificación de la herejía protestante.

 

 

 

 

Sea de una u otra forma, el techo de gran valor artístico, es tardío cronológicamente respecto a los repertorios hispánicos y se aleja de los modelos españoles e italianos, véanse las logias vaticanas, el palacio de Álvaro de Bazán en el Viso, el Peinador de la Reina en Granada o el propio Escorial; pasando a tener un sentido decorativo menos flotante y más extensivo, cercano a las tapicerías y especialmente a los ya mencionados libros de coro miniados, al estilo de los producidos en el siglo XVII en el monasterio de Guadalupe. Es, sin duda, una evolución peninsular tardía de un lenguaje simbólico, adaptado a nuevos problemas iconológicos a tratar.

 
 José Vallejo Prieto