miércoles, 28 de diciembre de 2011

COMO SI UN EXTRATERRESTRE HUBIERA LLEGADO A SILOS....

Con estas palabras finalizaba la visita al claustro bajo de Silos uno de los hermanos benedictinos que hacen la función de guías turísticos del maravilloso Monasterio de Santo Domingo de Silos en la provincia de Burgos. Y realmente no le falta razón en su reflexión, pues su rico y denso programa iconográfico tiene poca relación con otros núcleos románicos españoles y está conformado por una gran variedad de influencias foráneas a la península ibérica, algo de lo que trataré más adelante.

Exterior del monasterio en el que destaca la vista de la iglesia neoclásica

La primera impresión que tiene uno al llegar al monasterio es la de lamentar la pérdida de la capilla románica que quedó sustituida a lo largo del siglo XVIII por la actual obra neoclásica, magnífica obra de Ventura Rodríguez, pero desangelada al estar al costado del maravilloso claustro presidido por el ciprés de Gerardo Diego. La segunda impresión es la que marca el conocimiento visual de dicho claustro. En él, el tiempo parece refrenarse y la excepcionalidad de su arquitectura y escultura nos transporta a otros momentos de la historia.

Ángulo del claustro

La segunda gran impresión es la de estar inmerso en una gran historia que se narra desde los capiteles y desde los machones angulares del claustro bajo. Esta última historia es fácil de contar, pues son temas evangélicos de gran difusión, otra cosa es la calidad plástica del anónimo artista que los realizó. Composición y detalles escultóricos son de un nivel magistral, como se denota en el relieve de la deposición del cuerpo de Cristo, donde la composición zigzagueante, permite anunciar en su parte baja la inminente Resurrección, los planos de acción o el cuidado puesto en la talla, sitúan estas obras entre lo más alto del periodo.

Relieve del entierro de Cristo
Pero el claustro guarda otro gran tesoro, los capiteles de la parte baja y especialmente los de las galerías Este y Norte, obras de gran originalidad atribuidas al primer maestro de Santo Domingo, mientras que las galerías Oeste y Sur son atribuidas al segundo maestro que, aunque sigue los modelos del primero e incluso podríamos decir que es más naturalista, no llega a la comprensión que del volumen y su tratamiento se realiza en el primer grupo. Las imágenes que asaltan a nuestra vista en la sucesión de capiteles pareados es muy variada y está muy vinculada a las imágenes de los libros iluminados como los Beatos. También se le ha querido vincular, por los desarrollos vegetales, con el arte oriental islámico e incluso por la profundidad de talla, caso de los primeros capiteles de la galería Este, que asemeja una cesta con su trama y urdimbre, a la eboraria, entre la que destacaría la califal, muy extendida en el siglo XI por toda la península y con centros de producción cercanos como cuenca o Toledo. Pero aunque todo esto es verdad, también hay un algo  singular de abstracción no islámica, de literalidad de algunos temas y de cubrición del espacio prismático de los capiteles geminados que nos acercan a otras decoraciones que quizás provengan de las ilustraciones de libros normandos o del conocimiento por parte del artista de otros estilos más norteños, como lo nórdico -véanse los paneles decorativos de la iglesia de Stedje custodiados hoy día en el Museo de Bergen- y de los que no pongo ilustración, porque fiel al “libro de estilo” de este blog, solamente subo fotografías hechas y manipuladas por mí.

Primeros capiteles de la crujía Este con el motivo de cestería

Pero volviendo al repertorio iconográfico y sin querer ni poder ser exhaustivo, quiero destacar una imagen que se repite con cierta frecuencia y que es una imagen medieval por excelencia, aunque nunca tratada con tanto acierto como aquí. Me refiero a los flamencos. Aves vinculadas con el Ave Fénix y que por su gracilidad y esbeltez se sitúan como la personificación de la vida ascendente de las almas a través de las alas y, en el caso que nos ocupa, a través del picoteo incesante que ellos mismos o a sus compañeros les realizan en los artejos de las patas, símbolo de querer desprenderse de su soporte terrenal para volar hacia la divinidad.

Capiteles con el motivo de los flamencos mordisqueando los artejos
Variaciones de este tema existen en los capiteles del centro de la crujía Este, pero aunque en ellos se conserva la línea general de los flamencos espirituales, aquí las cabezas se tornan en un híbrido similar a un dragón que no picotea las patas sino que enreda su largo cuello en ellas, es como si la utilizara para aferrarse a la tierra y por tanto abandonara la idea del vuelo espiritual. Otra variación es la de los flamencos afrontados que utilizan sus picos para atusar las alas de su compañero, despojándolas de parásitos y suciedad para poder emprender el vuelo. Y una última es la que sustituye las cabezas de las aves por las de machos cabríos con su correspondiente carga simbólica de lo maligno.


Flamencos con cabeza de dragón


Flamenco atusando las alas del compañero


Flamencos con cabeza de macho cabrío


Otros muchos temas aparecen en estos capiteles: sirenas, harpías, leones, gacelas, híbridos de aves y diablos, grifos, etc. Pero el estudio del programa iconográfico del claustro escapa, con mucho, de las líneas de este blog y, es más, desconozco si existe historiografía al respecto que de forma científica e íntegra trate la cuestión. Solamente he querido acercarme al insistente tema de los flamencos por su excepcional talla, suavemente trazada pluma a pluma sobre la piedra, y al símbolo de la necesidad de abandonar las ataduras terrenas para llegar a lo divino, enfrentados a aquellos otros flamencos convertidos al mal, con cuello y cabeza de dragón o serpiente que atenazan el cuerpo a las patas, evitando así el levantar vuelo. Desde luego un auténtico tema de reflexión para los monjes contemporáneos al escultor, a lo largo de sus dilatados paseos y oraciones por el claustro.

Detalle de la calidad plástica de la talla

2 comentarios:

  1. Ha sido un verdadero placer leer, y ver las fotos, de esta entrada del blog. Yo también comparto la idea de que hemos perdido la facultad, o el "manual", para poder entender el lenguaje de las piedras.

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    1. Gracias.
      Realmente los lenguajes simbólicos se van sucediendo y modificando de tal modo que los más arcáicos van quedando olvidados en sus matices más elaborados por lo que, desde la actualidad, solo podemos leerlos de forma bastante grosera e inexacta.

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