domingo, 11 de septiembre de 2011

TRITONES EN LA FRONTERA

Fachada de las Casas de Cabildo de Jerez
   

Era lógico empezar este blog con algo alusivo al título del mismo y por eso he escogido unos grutescos magníficamente tallados en el friso de la ventana lateral derecha de las Casas de Cabildo de la ciudad de Jerez, bajo la hornacina de Hércules. Esta obra, de un renacimiento tardío (1575), fue realizada por los maestros mayores Diego Martín de la Oliva, Bartolomé Sánchez y Andrés de Ribera, como consta en la inscripción del frontón central de la fachada, que se encuentra cuajada de una estupenda decoración plateresca en la que sobresalen los elementos militares. Por cierto, hay un gran vacío historiográfico sobre estos artífices que dejaron más obras de mención en la provincia de Cádiz.
Hoy nos vamos a ocupar de un singular personaje antropomorfo situado en la esquina izquierda del friso ya mencionado. Se trata de un ser híbrido cuya parte superior es de hombre y la inferior de un animal marino –concretamente se asemeja al cuerpo de un esturión con sus filas alineadas de placas-. Lo singular de este ser es que porta un arco y apunta una flecha a otro personaje, de iguales características pero desarmado, con el que entrelaza la cola y que se encuentra en una actitud recriminatoria de la acción. Hasta aquí no deberíamos dar mayor importancia al conjunto, pues parece uno más de los motivos de repertorio que se han utilizado durante el renacimiento español en gran número de elementos arquitectónicos, pero si lo hace un poco diferente la relación tan íntima entre los dos personajes y el hecho del arquero. El arquero es un personaje rotundo, incluso está tocado con una especie de casco-máscara que no es habitual en esos repertorios y, sobre todo, recuerda a la imagen del centauro-arquero del románico o el sagitario de los calendarios salvo, claro está, que en vez de tener una grupa equina es pisciforme y por tanto encaja perfectamente con la figura de un tritón.

Detalle del extremo izquierdo del friso
Recientemente se ha ido analizando la iconografía de luchas entre seres humanos o híbridos, dentro del románico como una manifestación, no ya de la lucha entre el bien y el mal, sino en el contexto de la guerra contra el Islam entre los siglos XI y XIII (Inés Monteira Arias, 2006) en la que los arqueros son clara alusión a los ataques musulmanes de los cantares de gesta medievales. Pero claro, entre la ingente decoración de los claustros medievales y la fachada que nos ocupa, hay unos tres siglos de diferencia y fundamentalmente un cambio cultural trascendental, pues las referencias de la mitología clásica y neoplatónicas del mundo del renacimiento no son comparables con las del medieval.

Capitel del claustro de la concatedral de Soria
Por tanto ¿qué pueden simbolizar estos personajes? Además, al otro lado del friso, tenemos la simetría del tema decorativo, pero allí no hay un arquero, allí lo que encontramos es un personaje similar, tocado con un yelmo, que porta una especie de gruesa cerbatana con la que apunta a un personaje anciano que se mesa las barbas en una actitud reflexiva. Estamos ante una de las constantes de la decoración de grutescos: la aparente simetría del horror vacui que, sin embargo, nos presenta temas diferentes y que por tanto nos lleva a pensar en un programa semántico con un significado concreto.

Extremo derecho del friso
            En principio, y como ya dijimos al comienzo de estas líneas, la decoración preferente de toda la fachada es la de los elementos militares, tanto de armamentos y útiles bélicos como instrumentos musicales de clara significación marcial, como son los tambores y los pífanos y, por lo que parece, este friso también se encuentra en esta dinámica de las actitudes violentas y por tanto de las bajas pasiones del alma. Lo extraño es que estos elementos estén en manos de tritones, pues los tritones en el universo conceptual del humanismo pasan por ser seres positivos de la comitiva de Neptuno que ayudaron a Jason y sus argonautas, guiándolos hasta el vellocino de oro. De todos modos, hay que pensar en la propia dinámica de los comitentes del edificio para ver una nueva relación con el mundo de la guerra, pues la ciudad de Jerez, no en vano, se apellida de la Frontera y durante la Baja Edad Media se convirtió en un punto estratégico, definitivamente incorporado por Alfonso X a la corona de Castilla, con el reino de Granada, proviniendo por tanto su estamento nobiliario de este pasado militar.
                Según García Álvarez (El simbolismo del grutesco renacentista, 2001) los conjuntos de trofeos militares dispuestos en candelieri, tal y como pasa en las pilastras y el alfiz de la puerta de este edificio, tienen que ver con el triunfo y la imposición sobre el perdedor (victoria castellana frente a la musulmana) pero si aparecen los puttis o niños que juegan, portan o sostienen estas colecciones de trofeos militares, se encuentran dentro de la oposición del amor y la guerra, personificados en la historia de Venus, diosa del amor, y Marte, dios de la guerra, en la que el renacimiento quiere ver la victoria de las virtudes del amor sobre la ira y la destrucción de la guerra. Este caso se da en la portada, donde bajo los escudos de la ciudad de Jerez, aparecen dos rebolondos niños sentados sobre un mascarón de un león y portando sendos estandartes, símbolos a su vez de los dioses positivos del amor frente a los negativos de la guerra.

Detalle de los putti portaestandartes
                 Pero aún así, sigue sin definirse claramente el episodio de los tritones, pues pese a que el arco y las flechas se pueden relacionar con Diana, otra diosa positiva como Venus, los portantes son seres híbridos y no están jugando con ellos sino que hacen ostensible uso de los mismos. Quizás la solución esté en los personajes atacados por los tritones extremos del friso que estamos tratando. Sobre él se encuentra un frontón triangular con dos de las Virtudes Teologales –Templanza y Prudencia- y coronando la hornacina que acoge a Hércules, el mítico fundador de Jerez, que se opone al otro lado con la figura de Julio Cesar que le concedió a la ciudad el título de municipio romano. Estamos por tanto en un ámbito coronado por el fundador, escoltado por dos de las virtudes que deben guiar a un buen gobernante y, bajo ellos, los elementos del triunfo de la guerra en las pilastras y nuestro friso de tritones en el que los que van desarmados tienen actitud pensativa y recriminatoria ante la violencia de la agresión. En este contexto simbolizarían el triunfo del pensamiento y de la reflexión frente a la belicosidad y la ira, que también deben ser atributos de los buenos gobernantes.


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